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A 59 años de la caída en combate de Roberto Rodríguez, bautizado en las montañas cubanas por Fidel Castro y Celia Sánchez Manduley durante la epopeya por el triunfo revolucionario, como "El Vaquerito", fue recordado este 30 de diciembre por el pueblo de Morón, en la central provincia de Ciego de Ávila, con un solemne acto donde se dio a conocer una relatoría de un combatiente que fue historia y leyenda.
Ante la presencia de colectivos laborales que en este municipio llevan el nombre del destacado combatiente, el escritor e investigador histórico Larry Morales Rodríguez, autor del libro titulado El Jefe del Pelotón Suicida, narró cómo "El Vaquerito" se incorporó a las fuerzas rebelde en abril de 1957, para luchar contra el régimen batistiano.
Consta en las páginas de la historia que Roberto llegó a la Sierra Maestra con otro compañero, desarmado, sin zapatos, con una camisa de cuadros. Después de una larga entrevista con el Ché, Fidel Castro lo recibió. Entonces la mayor necesidad de los rebeldes, era el armamento, y es por ello que Fidel lo primero que le preguntó fue qué tipo de arma traía. La respuesta fue negativa.
Sin pensarlo Fidel se negó rotundamente a aceptarlo en las filas rebeldes y argumentó que con las manos vacías no se podía enfrentar al enemigo y que el Movimiento 26 de Julio tenía órdenes muy precisas de no enviar a nadie sin armas.
"Comandante, le dijo El Vaquerito, es que a nosotros no nos mandó nadie, vinimos por nuestra voluntad, y usted no sabe los trabajos que hemos pasado durante más de un mes para llegar hasta aquí".
Fidel escuchaba aquella explicación atentamente y en eso llegó Celia a interceder, tratando de convencer al Comandante por qué debía quedarse en la Sierra, hasta que por fin, Fidel aceptó que permaneciera junto a ellos. De ahí en adelante le llamarían El Vaquerito por la boticas mexicanas que Celia le había regalado.
Cuentan que a partir de aquel momento nacía un soldado de una revolución insospechada, miembro de la escuadra número 14 de la columna Uno comandada por Fidel, quien no dormía aveces conversando con él, le hacía muchas preguntas, y cuando no tenía otras preguntas sobre la misión que había acabado de cumplir, le pedía que le contara anécdotas de su vida pasada, y entonces El Vaquerito le decía que había sido vendedor de pulimentos de muebles que él mismo fabricaba y que hacía esto y lo otro.
A Fidel le gustaba oírlo hablar porque era muy ameno en la conversación, además, muy simpático. Un día El Vaquerito le dijo a Fidel que él quería cumplir una misión con un fusil al hombro, y el Comandante lo mando a que viera al Ché, y éste le dio un fusil.
Cuando El Vaquerito se enteró que el Ché iba a salir de la Sierra a invadir el occidente, le dijo que lo dejara ir con él, y le pidió autorización a Fidel, ya que era miembro de su columna. El Vaquerito le dijo muy seriamente que prefería combatir en las ciudades, porque veía más de cerca a los adversarios y los cuarteles, como en las películas..
En aquella conversación surgió por vez primera el germen de lo que sería el Pelotón Suicida.
Frente al conjunto escultórico que recuerda en la ciudad de Morón al destacado combatiente, fue colocada una ofrenda floral en nombre del pueblo de este territorio, homenaje donde también se entonaron canciones revolucionarias.
Leonel Iparraguirre González
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